Entre el encierro y el desasosiego
transcurren estos días. Abrazamos
la idea de que pronto pasará, y es
cierto: en algún momento miraremos
atrás y diremos “se acuerdan cuando”....
Pero no será para todos. Hoy, esta
misma tarde, me avisaron que una
chica de veinticuatro años se mató.
Fue mi alumna, conocía a su familia,
llevo horas pensando en ella.
Pienso en la joven Ofelia, pienso en
su hermano Laertes reclamando los ritos
que se le negaban. Hoy estamos igual.
Ni siquiera podemos despedir a los muertos,
ni abrazar a los dolientes. Alás poor Yorick…
Mariana me pide que deje el teléfono,
que ya no puedo hacer nada, y es cierto.
Nada nos quedará a los vivos sino
preguntas que no responderemos.
Después de todo, ¿que otra promesa
tenemos por cierta más que polvo eres?
Es de noche, y la casa sigue su rutina,
como en todas las demás, empezaremos
a hacer sonar cacerolas y cubiertos
y sentiremos que la normalidad vuelve.
Pero no será para todos. Igual que
Leónidas, algunos cenarán en el
inframundo, o como Polonio serán
cenados. Y las preguntas que nos
quedan de a poco se irán diluyendo,
haciendo lugar a otras preguntas, otras
urgencias, otros dolores y alegrías.
Y lo poco que sabemos de nuestras
vidas no nos sirve, porque no fuimos ella.
Porque a los veinticuatro éramos felices.
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