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Mostrando entradas de 2020

Choque

Retumban desde lejos, como un eco como un requiem: tus pasos son muy lentos, majestuosos. Me llevo la mano a la cara, me acomodo el cabello (frondoso todavia, a mi edad) y te miro llegando, ¿cómo puede la belleza conjugarse en tus pisadas, en tus manos, en tu pelo, en tu mirada triste, en el  borde de tu boca, en el ruedo de tu falda? Evitamos mirarnos por un rato. Levantaste la tapa del teclado del piano, y jugaste con las teclas, sugiriendo una frase, golpeando apenas con los dedos en las notas. ¿Qué  viene de afuera? Por la ventana se cuela el  ruido de una radio, un auto interrumpe tu misterio. Tu belleza sigue entera, pero el  momento se ha quebrado. Quizás nunca  vuelva a verte así. De la esquina viene un estruendo de vidrios rotos y metales golpeteando, gritos, pasos, arrebatos. Ambulancias, sirenas. Nadie ha muerto pero siento que algo se ha perdido. ¿Cuantas veces más podrá revelarse la belleza? ¿Una, dos? O nunca.  

Tambor

Escucho tu voz como un eco metálico, como un golpe sobre un gong, como  una oración budista, pero no trae calma. Es un martillo pegando en un yunque. Agudo como labor de orfebre. Insistente y mecánico. Hablas de afecto y estar presente. Pero yo estoy vacía, estoy hueca. Soy apenas la cámara donde tu voz retumba. Un tambor, un cuero tenso. Hablás de relaciones y de tiempo, de proyectos y meses por delante. y es mentira: solamente hay miasmas. ¿Qué cimientos sostienen tus palabras? ¿Qué terrenos, qué suelos? ¿En qué tiempo planeaste este edificio? Ojalá lo construyas. Sólido, macizo, inexpugnable, y puedas quedarte ahí solo, encerrado, escuchándote. 

Elegía

Entre el encierro y el desasosiego transcurren estos días. Abrazamos la idea de que pronto pasará, y es cierto: en algún momento miraremos atrás y diremos “se acuerdan cuando”.... Pero no será para todos. Hoy, esta misma tarde, me avisaron que una chica de veinticuatro años se mató. Fue mi alumna, conocía a su familia, llevo horas pensando en ella. Pienso en la joven Ofelia, pienso en su hermano Laertes reclamando los ritos que se le negaban. Hoy estamos igual. Ni siquiera podemos despedir a los muertos, ni abrazar a los dolientes. Alás poor Yorick… Mariana me pide que deje el teléfono, que ya no puedo hacer nada, y es cierto. Nada nos quedará a los vivos sino preguntas que no responderemos. Después de todo, ¿que otra promesa  tenemos por cierta más que polvo eres ? Es de noche, y la casa sigue su rutina, como en todas las demás, empezaremos a hacer sonar cacerolas y cubiertos y sentiremos que la normalidad vuelve. Pero no será para t

Nocturno de Pascua 2020

¿Por qué esta noche es distinta a las demás? ¿Por qué padre, me has abandonado?  ¿Por qué? ¿Por qué? Preguntas que hacemos en Pascua de dos mil veinte, tratando de limpiar la casa o la conciencia, ya no por el jametz ,  sino por el encierro de la cuarentena. Vivimos atados a una promesa: de una vida  nueva, o de una tierra para nuestro pueblo (¿cuál pueblo, cuál tierra, qué promesa, qué vida?), postergando cada noche la angustia, esperando que la mañana siguiente nos traiga algo más que hierbas amargas o Cristo en la cruz.

Fotos

Reviso, con Mariana, viejas fotos. Tenemos ya la edad de desarmar las casas de los mayores. Bucear, revisar, repartir, hacer duelos. Hay, según si son sus fotos o mis fotos, bautismos o circuncisiones. En ambos casos, matrimonios, cumpleaños, visitas, vacaciones, fiestas varias. Sombras en blanco y negro. Imágenes de momentos inolvidables que se han olvidado. La promesa de la eternidad no se cumple. Mueren las personas y las fotos van perdiendo el sentido. Nadie nos explica quien sonríe en el fondo de la habitación, buscando nuestra mirada, pensando que el momento es perpetuo. Algunas son terribles: cortejos fúnebres con carros de caballos. Catafalcos enormes cargados por mujeres. Y luego, navidad, comuniones, recuerdos de paseos por el parque. A Roma se le suma Santiago del Estero, La Falda y una pareja sobre un burro, cumpleaños de quince, compromisos, egresos. Viajes en tranvía. El mar. El blanco del papel se come el negro de la emulsión. La veje

Linaje

Mi padre es escribano como lo era mi abuelo. Mi bisabuelo tenía un almacén, otro un bazar, otro era viajante, otro vendía sombreros y guantes. Más atrás en mi linaje hay puros campesinos: gente que andaba la tierra buscando un lugar para plantar y escapar del hambre y los saqueos. Un poco más allá, habrá seguramente toda suerte de oficios hasta llegar a la banda primitiva que corría detrás de los animales. Este soy yo. Y seguramente ustedes. Nacimos desnudos y nos llevará la muerte. No mucho que contar. Nada que nos diferencie.

Nocturno nº 11

Leo a una amiga que pone en un poema sus deseos, imágenes, fantasmas. Habla de aturdimiento y taquicardia y yo trato de remontar el hilo de su pensamiento (como Montale intentaba sostener el hilo de la memoria). Ansía (¿será esa la palabra?) un encuentro con otro cuerpo y otra alma. ¿Hay un alma? ¿Hay deseo?, me pregunto mientras escribo. El tiempo me ha hecho viejo y descreído. Prefiero la paz de la vejez. El otoño al verano. Acomodar la silla y mirar la tarde sin esperar nada. Ni siquiera ver el rayo verde es un anhelo. Y sin embargo la serenidad es tramposa. Sospecho de la paz porque antecede a la tormenta. Y el deseo se enrosca y asalta.