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Mostrando entradas de 2012

Un Plato de guiso.

Susana nació en la mitad del siglo veinte. No acostumbra dar  datos exactos sobre la fecha. Ya bastante pesado le cae el apelativo “sexagenaria” como para abundar en detalles o precisiones. Ahorremos el espacio del relato de su infancia. No hay allí nada relevante. Fue una cordobesa más, de una clase media educada, que llegó a la adolescencia en los 60. Como a casi todas sus contemporáneas, la época le cargó el imperativo revolucionario en la espalda: una muchacha moderna debía ser sexualmente emancipada y políticamente comprometida. Aunque sus padres, conservadores,  la habían enviado a un colegio de monjas, no tuvieron en cuenta o no supieron que la orden de las Hermanas Mercedarias había abrazado el Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación. Fue así que la formación intelectual de Susana abrevó en esa masa diversa que suelen llamar progresismo: un poco de marxismo, algo de religión, bastante de voluntarismo y mesianismo, algo de literatura y música. Terminó la secund

Sabiduría de los refranes.

Nota: una versión anterior de este post se publicó hace dos años. Esta es su versión definitiva. Si la frase que dice -“no hay perro que no se parezca al dueño”- fuera ley, y por lo tanto de cumplimiento forzoso,  tía Isabelita no saldría bien parada. A Rutger lo padecimos durante toda la infancia. Físicamente no se destacaba por nada: no era ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni chato ni trompudo, ni corto ni largo. Un poco blanco, un poco negro, un poco marrón y ya tenemos la descripción del miserable cuadrúpedo. Debajo de la piel manchada se escondía la sorpresa. Si entre los lectores se encuentra alguna persona de esas que se llaman a sí mismos “proteccionistas” o “defensor de los derechos animales”, y  eleva su dedo admonitorio, airado ante lo que juzga como comentarios salvajes y pocos civilizados, permítanme aclarar un par de puntos: primero, proteccionismo es una disciplina económica, no ponerle platitos de comida a cualquier bicho de la calle; y segundo, como los animal

Detalles

Apenas recuerdo otros detalles de aquel período de mi vida. PATRICK MODIANO. Más allá del olvido 1 La memoria no se organiza en un orden cronológico. Mucho menos si los hechos se desarrollaron en un ambiente saturado de porro y vino barato.  Cuando Javier lo intenta, lo primero que recuerda es que mientras le cantaban el Feliz cumpleaños, la disposición de la escena era esta: su madre ya se había acostado, su padre estaba en el medio del living, en piyamas y sosteniendo una botella de whisky nacional, su amigo el Beto estaba echado en cuatro patas en el piso, sus primos fumaban marihuana  en la cocina, Emilia discutía con dos amigos de Javier que decían ser fotógrafos (presentaban como obra,  una serie de contactos de imágenes de soretes flotando en inodoros). No recuerda mucho más. Dos o tres meses después las cosas dejaron de ser divertidas y la desintegración empezó a chuparse todo como el remolino de la bañadera. 2 Emilia se cansó de los intentos de suicidio de Javier

Sarita

De Sarita, lo primero que nos viene a la memoria es, sobre todo, su andar cansino, arrastrando los pies. Recordaba las escenas finales de las películas de guerra: madre, habitante de un pueblo recién liberado, marcha hacia cámara, primer plano de  la mirada perdida de la mujer, y luego fundido a negro. Los ojos de Sarita también tenían tenían ese aspecto extraviado, pero tanto esto como el modo de caminar no  eran producto de la guerra sino de los primitivos antidepresivos que despreocupadamente le recetaba el psiquiatra, allá por la década del 70. Si esta forma de “estar en el mundo” ya hacía de Sarita un personaje bastante particular, agreguemos que, además de ser obesa y vestirse durante todo el año con blusas, faldas y conjuntos de estampado búlgaro, para terminar su arreglo personal, adornaba su cabeza con una peluca que, la mayoría de las veces, quedaba ligeramente torcida. El uso de pelucas y postizos varios no se debía a la moda de la época. Sarita era pelada como una rod

Llorando en el espejo

La línea blanca se terminó no hay señales en tus ojos y estoy llorando en el espejo y no puedo ver Serú Girán. Llorando en el espejo. 1 Una vez más Chelo se despertó mucho  antes de que sonara el despertador. La noche anterior había decidido que, en cuanto se fuera la visita, se empastillaba. Encontró la caja de Trapax en el fondo del botiquín del baño. Habían vencido hacía tres meses. -Suerte puta. Cuando estaban buenos no los necesitaba, y en cuanto se vencen me vuelve la angustia. Harto de dar vueltas en la cama y sobre todo, después de sendas patadas que Dina le metió en las pantorrillas para que dejara de molestar, decidió que era mejor levantarse. Le daba una poderosa envidia la capacidad para dormir de su mujer. Además sentía que era injusto que ella se quejara del movimiento o los ronquidos cuando, a su vez,  emitía toda clase de sonidos nocturnos: pedos, zumbidos nasales, golpeteo de dientes… Encaró para la cocina. Dina había dejado la mesa de la cena sin lev

Números

Doy gracias por los labios que no he besado, por las ciudades que no he visto, Doy gracias a las mujeres que me han dejado o que yo he dejado, lo mismo da. JORGE LUIS BORGES. Variación. 8 -Sos un pelotudo, un inútil, un idiota. -... -¡Contestame carajo! Seguro que ahora estás mirando a la nada con la cara de vaca que ponés cuando te hacés bien el boludo. -Alicia, te tengo que cortar. Cualquier cosa que me quieras hacer saber se la decís al abogado. Ah, me olvidaba, si el sábado no me dejás ver a la nena te voy a hacer parir la tenencia en el juzgado. 2 -¿No hablás nada vos? ¡Tonto! Decime algo.... ¿No te parezco linda? -Si. -¿Cómo me dijiste que te llamabas? -No te dije. Claudio me llamo. -¿Te gusta esta canción? -¿Cómo se llama? -¿No sabés que no se contesta con otra pregunta? -¿Y vos no acabás de hacer lo mismo? -Disculpame, ¿vos creés que a las chicas nos gustan que nos traten así? -¿Cómo así ? -Nada. ¿Te gusta Soda Stereo? -Maso. Me gus