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Mostrando entradas de agosto, 2019

Dublín (1)

Un brazo seco y muerto en una vitrina es lo único que queda de alguien  que vivió cerca de la turbera. Mientras camino por Dublín me sigue la imagen de ese brazo perdido separado para siempre de su cuerpo. ¿Cuántas veces habrá esa mano rascado una cabeza incrédula, de un campesino o un guerrero? ¿Cómo llegó hasta nosotros? ¿Por qué azar del tiempo este brazo huérfano cayó a la ciénaga donde lo encontraron, crispado, correoso, tratando todavía de resistir un golpe criminal? Camino rápido. El frío me traspasa. Me esperan en el centro para  volver a casa. Afuera del museo,  debajo de mis pies siento el asfalto. Más abajo, están los cuerpos  de otros hombres. Sepultados, asesinados por vikingos o ingleses. Esperando pacientes el fin de los tiempos, cuando un cuerpo manco, se encuentre con el brazo del museo.Camino sobre muertos, y a cada paso escucho, muy bajo, sus murmullos.

El silencio (Nocturnos 7)

El silencio después del portazo, el olor del aire justo antes del trueno, el zumbido en los oídos después de ser golpeado por la ola, el tiempo suspendido del enojo, la boca pastosa por la sed o el hambre, el dolor de los músculos cansados, las manos hinchadas, doloridas, la desazón, la bronca, la ignorancia no son nada más que indicios de tu ausencia, de tu falta, de la necesidad de tenerte al lado y hablarte hasta cansarte, de hartarte de palabras y de ruidos, de llenar un espacio que se abre y amenaza con tragarme y con tragarnos, como si toda la materia de este mundo me recordara cuanto me hacés falta.