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Mostrando entradas de mayo, 2014

La novia del guerrero (8)

Tito, Raquel y Liliana no llegaban a decidir si soportaban mejor el frío parados o sentados. —El cemento de la tribuna me enfría el culo— berreaba Tito mientras daba saltitos. —Si, pero parada me lleva el viento— contestó Raquel  acurrucada. Liliana, agazapada detrás de un árbol opinó: —Cuando sea presidente voy  a prohibir los torneos por insalubres. —¿Y a vos quién te dijo que podés llegar a presidente?— contestó Raquel mientras jugaba con el encendedor de Tito. —La “Pito Gordo”. ¿O acaso no la oyen cuando nos caga a pedos y dice eso de “espero más de los alumnos del colegio donde se forma la futura elit dirigente” —Élite— corrigió Tito. —¿Qué? —Se dice élite, no elit . —Andá a la mierda. Tito estaba a punto de contestarle a Liliana cuando desde la cancha, un tremendo pelotazo le acertó en el medio del pecho. Raquel y Liliana quedaron tan azoradas que no atinaron a hacer nada. Mientras miraban a Tito desparramado en la tribuna, la voz de Koster las sacó del asombro: —Che

La novia del guerrero (7)

—Por fin te encuentro nena, ¿nunca atendés el teléfono? —Perdón, ¿quién habla? —No te hagás la bobita, Nerea Liliana, que me conocés de hace casi cuarenta años. Sara Raquel Sterenfeld Malamud, felizmente divorciada de Hirschfield al habla. —¡Ah! Hola Raquel, ¿Cómo andás? —Esplendida, querida, como siempre. Que ya lo dijo Hamlet, si los viejos pudiéramos caminar hacia atrás como los cangrejos seríamos cada vez más jóvenes. —Mirá vos. —¡Ah bueno! ¡Que bien que le sientan a tu humor las tardecitas cordobesas! —Raquel, no todas tenemos tanto tiempo libre como vos. —Claro, mi imagino que entre removerte las cutículas y clasificar las pelusas del pupo tenés para toda la tarde. —¿Qué querés Raquel? —¡Pero qué humor de mierda que tenés! Al final no se para que me esfuerzo. Mejor le decimos a la periodista que no te pudimos ubicar. —Pará, ¿de qué estás hablando? —Nena, te dejé el mensaje. Y no me vengas con la historia de la otra vez de que se le había acabado la cinta al contestado

La novia del guerrero (6)

Desde la semana anterior a su cumpleaños, Liliana había empezado a tener indicios de lo que le preparaban: algunas conversaciones entrecortadas entre sus padres,  las repetidas advertencias de que evitara entrar al garage (por una supuesta falla eléctrica peligrosísima) y sobre todo, por la boleta de "Vértice Musical" que alcanzó a atisbar, asomando del portafolio de su padre. Con toda esa información supuso que le habían comprado un tocadiscos portátil, y así lo comentó con sus amigos en la escuela. Cuando llegó el día indicado, la despertó un ruido de madera chocando, y el extenso rosario de insultos que desgranaba su papá. Se quedó un momento más en la cama afinando el oído para escuchar como movían muebles. El corazón le saltó en el pecho. ¿Era posible? No se animaba siquiera a decirse a ella misma lo que suponía. Se bajó de la cama y buscó las pantuflas, porque sabía que, aunque fuera su cumpleaños, su madre iba a recibirla a los gritos si iba a desayunar descalza. Sali

La novia del guerrero (5)

Liliana estaba incómoda. No le gustaba el olor del tabaco en la gente. Mucho menos en las personas que tenían que juzgar su desempeño. Llevaba media hora escuchando vaguedades sobre pedagogía, acompañadas de pequeños sonidos como "hmmm", "ajá" y la carraspera nerviosa que la inspectora hacía a intervalos de unos cinco minutos. Estaba atenta para ver por donde venía el sablazo porque ya había estado en esa situación. Cada vez que le comentaba a sus amigos que se sentía perseguida por el Ministerio, la Susy, con toda su paciencia evangélica, le contaba la historia de Job, rematándola siempre de la misma manera: —Lili, no somos más que polvo y cenizas. —Un buén polvo es lo que necesitás que te echen.— pensaba Liliana, pero no se lo decía. —...y entenderá que si no rectifica su conducta nos veremos obligados a tomar medidas administrativas. La voz de la mujer cortó de cuajo los desvaríos de Liliana. Sintió como si una flecha le atravesara la cabeza. —¿Qué dice? —L