Escucho tu voz como un eco metálico, como un golpe sobre un gong, como una oración budista, pero no trae calma. Es un martillo pegando en un yunque. Agudo como labor de orfebre. Insistente y mecánico. Hablas de afecto y estar presente. Pero yo estoy vacía, estoy hueca. Soy apenas la cámara donde tu voz retumba. Un tambor, un cuero tenso. Hablás de relaciones y de tiempo, de proyectos y meses por delante. y es mentira: solamente hay miasmas. ¿Qué cimientos sostienen tus palabras? ¿Qué terrenos, qué suelos? ¿En qué tiempo planeaste este edificio? Ojalá lo construyas. Sólido, macizo, inexpugnable, y puedas quedarte ahí solo, encerrado, escuchándote.