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Precisión histórica y aburrimiento: El caso de "El Hombre del Norte"

     Una de las primeras cosas que se aprendía en la carrera de historia era las diferencias entre historia e historiografía, y entre los datos y la reconstrucción o relato histórico. Para hacerla cortita, uno tenía que tener claro que cualquier historia que se relatase, terminaría de alguna manera hablando también de nuestro tiempo, además del período que pretendía reconstruir.
    Otra cosa que se aprendía, pero con el correr de los años y las lecturas, era que la precisión y la calidad científica no se emparejaba así nomás con la calidad literaria. Nadie dudaba de la genialidad de Tulio Halperín Donghi, pero tampoco había estudiante alguno que se entusiasmara con su prosa.
    Por otra parte, y esto lo aprendí saltando entre la escuela de Historia y la de Letras, me fui enterando que la coherencia de los relatos, depende muchas veces de las reglas internas del universo que crea el autor. A veces una aventura espacial era más creíble que una crónica periodística.
    Todo esto viene a lo que ahora les presento: el aburrimiento y la increíble inconsistencia de "El hombre del Norte", de Robert Eggers.
    A Eggers uno venía poniéndole todas las fichas. Sus dos primeras películas eran relatos bien pulidos que enganchaban desde el arranque. Había también, una mirada personal y un estilo reconocible. Ahí nomás corrió la prensa a colgarle el mote de autor, y uno aplaudió de entrada. Y después vino su tercera película.
    "El hombre del norte" vino precedida de mucho artículo de prensa que la presentaba como "la película definitiva sobre los vikingos". La verdad es que pintaba más que interesante. Eggers volvia sobre Saxo Gramático, una de las fuentes de las que Shakespeare abrevó para Hamlet. El cineasta prometía darnos la versión brutal y medieval, sin toda la angustia del hombre isabelino. Nada de dudas. Ninguna ambigüedad. Amleth sabía del crímen de su padre en manos del tío, e iría a buscar venganza. Y todo eso sostenido por toda un nuevo bagaje de conocimiento histórico sobre los vikingos.
    Y aquí tenemos que detenernos a hablar un poco sobre los vikingos y su lugar en la historia.
    Si uno ha leído la historiografía tradicional, a los vikingos se les atribuyó solamente el lugar de ser los grandes destructores y saqueadores de la romanidad. Para la mayoría de los autores occidentales, los vikingos se limitaban a cultivar en verano, y a saquear, violar, matar y quemar en invierno. Esto, hasta que se cristianizaron, y desaparecen de los manuales de historia. Pero en los últimos veinte años, empezaron a publicarse trabajos que miraban de otra manera a estos pueblos y sus actividades.
    Nada en la historiografía sucede porque sí. Y como decía antes, los historiadores hablan en gran medida de su propio tiempo. El redescubrimiento de los vikingos, en algún grado nos recuerda al momento en que los historiadores empezaron a ver a los Aztecas e Incas como socialistas, más que nada por la necesidad de criticar el capitalismo europeo. Así también, empezó a reescribirse la historia de los vikingos como manera de criticar el occidente cristiano. 
    Uno de los primeros asuntos fue la reescritura del lugar de la mujer en las sociedades nórdicas, como modelo alternativo al patriarcado cristiano occidental. Así las mujeres vikingas aparecieron como hembras empoderadas, con capital social y derecho al goce, así también como embanderados de la diversidad sexual. 
    Si los documentos originales hablan efectivamente en esos términos, no lo sabemos. Todo es interpretación. Miren sinó, como la batalla de la Termópilas vuelve recurrentemente cada vez que occidente quiere tomárselas con oriente.
    La cuestión es que los vikingos pasaron a ser la figurita que todos querían reinterpretar. Pasaron a ser grandes orfebres, eficientes comerciantes, adalides de la inclusión racial (los estudios genéticos nos hablan de que no había una etnicidad vikinga sino que incluían a otros pueblos en sus sociedades), exploradores avezados.
    Y todo esto empezó a plasmarse en ficción audiovisual. Innumerables series, novelas históricas y otros productos de consumo se volcaron al mercado. Y Hollywood volvió por los vikingos.
    Esta vez no está Kirk Douglas (si tienen voluntad de ver Vikingos de 1958, les advierto que la ropa y los peinados son risibles) pero juntaron a mucho actor de prestigio. Daneses, suecos, australianos, ingleses, norteamericanos y una argentina, todos tratando de hablar en inglés con acento nórdico. Superado este primer asunto, uno le pone fé y se dispone a disfrutar. Pero el disfrute nunca llega.
    "El hombre del norte" naufraga en su pesadez. Pretende ser importante y es pomposa. Retórica, estética y no mucho más que eso. Las telas y los materiales son precisos. La arquitectura es correcta. Pero la pelicula no tiene alma. Y el principal problema es que no hay un desarrollo interesante de los conflictos ni los personajes.
    Pretende releer Hamlet en clave vikinga, para lo cual toma algunos momentos del clásico y los reinterpreta. Fracasa. Solamente un momento con el dialogo entre Amleth y su madre en el dormitorio, la cosa parece despegar.
    Estéticamente es una rara mezcla de calendario pirelli con Ken Russell. Mucha ronda con gente desnuda, mucha antorcha, mucho colorismo, y no mucho más.
    Si pretendían relatar una epopeya, hubieran hecho bien en releer "El viaje del héroe" de Joseph Campbell. En esta historia, no llegamos a entender que le pasó a Amleth para tomar las decisiones que toma. 
    Como el guión no es bueno, no hay como juzgar las actuaciones. Los actores son apenas figuras recortadas sobre fondos. Todo, eso sí, muy bonito y bien fotografiado.
    Al final, Conan el Bárbaro, con Arnold Schwarzenegger, ofrecía un desarrollo temático mucho más interesante. Y Arnold estaba más expresivo. Y no es joda. 

    

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