¿Cuánto es lo que un hombre en su sano juicio puede soportar? Mucho más de lo que uno cree. El problema no es “el problema” (según recuerdo, un cantante bastante ordinario que le gustaba escuchar al orate decía lo contrario) sino la acumulación de problemas. Una analogía: durante mi casamiento, Doña María Jaitkis, una de las muchas tías de Sara, se la pasó comiendo como si el fin del mundo fuera inminente. Cuando faltaban minutos para cortar la torta, la pobre vieja empezó a retorcerse como si estuviera poseída. La mitad de los convidados no se inmutó y siguió atacando la mesa, mientras el resto trataba de auxiliar a la mujer. Para que la celebración pudiera continuar, mi entonces amigo Gómez, se las arregló para depositar a la señora en la guardia del Hospital Córdoba y volver a la fiesta. Al día siguiente, aprovechamos para visitar a la tía antes de partir al viaje de bodas. Doña María había sido intervenida de urgencia de cálculos biliares. A pesar de que, según ella, había es...