¿Por qué debo mostrarme educada y sumisa? El cuerpo se rebela. Estoy cansada. Apenas duermo. Mi vida son dos vidas. Por la mañana, la reina de Ítaca, a la noche la viuda de Odiseo. Todo lo que sabía y tenía por cierto ha desaparecido. ¿Hay, en alguna parte, un cuerpo yerto, para envolver en esta tela? Quizás no. Quizás se lo comieron las bestias, o los peces, o fue atado a un carro y paseado por el borde de una muralla. Quizás no haya cuerpo. ¿Lo reconocería? ¿Habrá carne sobre los huesos, que me recuerde al padre de Telémaco? Si está vivo, podría mirar unos rasgos viejos y tratar de encontrar allí algún parecido con mi hijo. ¿Mi hijo?¿Nuestro hijo? MI hijo. Odiseo apenas vio a Telémaco. No podía sostenerse sobre sus piernas cuando el padre partió en busca de Elena. Maldita Elena. Maldita. Alguna vez fui joven y según decían, hermosa. Sin embargo era mi prima Elena la que hacía que los hombre viajaran a Esparta a pretenderla. Odiseo el astuto, entre ellos. Elena era el premio y...