Ir al contenido principal

Circe (Ítaca 3)

—Ve ahora a la pocilga y échate con tus compañeros. Así habló.
ODISEA Canto X

Puede ser que me hayas encontrado ya alguna vez. A lo mejor en mi isla, o navegando el Egeo, o me cruzaste en un ascensor. El hecho de ser eterna me hace difícil entender el tiempo.
No creo  que me reconozcas. Dicen que mi cuerpo es atlético y bien formado. Si viste el retrato que me hizo Waterhouse, no me hace justicia.
A lo mejor fuiste mi amante o mi sirviente, estuviste en mi palacio y comiste de mi mesa, te recostaste en mi pocilga o en mi cama. Después de tanto tiempo no recuerdo a todos.
Tuve hijos. Con Odiseo. Y con Telémaco. Si te escandaliza, deberías saber que tu juicio no tiene ninguna relevancia para mi.
Recuerdo cuando hace años Odiseo se sentó a mi mesa. Tenía miedo. Hermes le había advertido quién era yo. Sabía la suerte de sus marineros. No escapó. Por eso me pareció atractivo. Del mismo modo en que los gatos se sienten atraídos por los ratones, decidí que podía jugar un poco con él.
Lo dejé hacer. Un hombre criado entre guerreros, no podía distinguir el llanto de la simulación. Se sintió poderoso. Alguna mentira, un poco de lisonja, y ya estaba en mi cama.
Vivió conmigo hasta que el mar volvió a llamarlo, hasta que los deberes de su casa en Ítaca lo reclamaron, o hasta que me aburrí de él. Cualquier versión es buena. Los hombres cuentan la suya, que no es la mía. Le indiqué cómo llegar hasta Tiresias y lo dejé ir. Seguramente, esto es todo lo que sabes.. Sin embargo, conocí a miles de aventureros, a Jasón, a Medea; viajé. Me llamaron hechicera. Hablaron de mí y dejaron de hacerlo. Llegó el momento en que los hombres se olvidaron de nosotros, los eternos.
Disfruto del anonimato, camino entre ustedes, a veces por curiosidad tomo un avión o subo a un barco. Donde estuvo mi palacio ahora hay un pequeño restorán llamado L’argonauta. Leo las reseñas y veo, divertida, que tiene muy buen servicio. Debería ir una tarde y darle un toquecito a los comensales.

¿Te parece banal? El mundo puede presentarse menos heroico que el de entonces, pero no te equivoques. Ustedes, hombres, mortales, siguen asaltando Troya todos los días, por una mujer, o el honor, o el dinero. Basta un trago de mi vino, un toque de mi bastón, y ya están de nuevo, revolcándose en mi barro, hijos de Odiseo

Comentarios

Entradas populares de este blog

Baigorria (15)

No me gusta alejarme de mi territorio. Solamente salgo de la Seccional Sexta si es por alguna razón realmente importante o para conseguir algo que no hay en el barrio. Las pocas veces que eso sucede tiene que ver con conseguir algún condimento o algún fiambre, con lo cual, mis expediciones no van mucho más allá del Mercado Norte, o del Almacén de Mario, en la calle Deán Funes. Esta vez, en cambio, tuve que incursionar en el Mercado Sud. ¿Se han preguntado ustedes si existe alguna razón oculta detrás de la forma en que está organizada la ciudad? A mi esa duda me ataca cuando pienso en lo diferentes que son los dos mercados. Para mí, funcionan como dos polos que crean una corriente de energía alrededor de la cual se disponen los objetos, los edificios y las personas. El territorio Mercado Norte es luminoso y lleno de vida. Los olores de los tambores de aceitunas, de las especierías invitan a probar. En las veredas, los puestos de las bolivianas revientan con sus limones y ajíes enor...

El idioma de la abuela Rebeca

La abuela Rebeca nació en 1912 en una colonia agrícola de la provincia de Santa Fe. Criada entre inmigrantes no supo de la existencia del idioma castellano hasta que tuvo que ir a primer grado. A pesar de esta situación fue entre siete hermanas la única que completó la escuela primaria y la secundaria (hubo un hermano varón que llegó a ser médico, pero para eso era varón). Este contacto tardío con el español podría haber sido de una de las causas del uso tan extraño de la lengua que hacía mi abuela. No debemos descartar que en su casa los mayores hablaban poco. Su madre distaba de ser instruida y su padre callaba resignado ante la vida  que su mujer y sus hijos le daban. Eso sí, a la hora de maldecir e insultar, mi bisabuela podía blandir la chancleta acompañándola  de gritos de guerra en variados lenguajes eslavos, germánicos o semíticos.   Su repertorio favorito incluía expresiones tales como “Juligán” “Ipesh” o “paskuñak”. No se (ni sabré nunca) si a la hora de...

Precisión histórica y aburrimiento: El caso de "El Hombre del Norte"

      Una de las primeras cosas que se aprendía en la carrera de historia era las diferencias entre historia e historiografía, y entre los datos y la reconstrucción o relato histórico. Para hacerla cortita, uno tenía que tener claro que cualquier historia que se relatase, terminaría de alguna manera hablando también de nuestro tiempo, además del período que pretendía reconstruir.     Otra cosa que se aprendía, pero con el correr de los años y las lecturas, era que la precisión y la calidad científica no se emparejaba así nomás con la calidad literaria. Nadie dudaba de la genialidad de Tulio Halperín Donghi, pero tampoco había estudiante alguno que se entusiasmara con su prosa.     Por otra parte, y esto lo aprendí saltando entre la escuela de Historia y la de Letras, me fui enterando que la coherencia de los relatos, depende muchas veces de las reglas internas del universo que crea el autor. A veces una aventura espacial era más creíble que una crónica...