Áyax, hijo del irreprochable Telamón. ¿Ni siquiera muerto vas a olvidar tu cólera contra mí por causa de las armas nefastas?
Odisea. Canto XI
Ni siquiera la profundidad del Hades va a protegerme de la vergüenza. ¿Por qué. Odiseo? ¿Por qué insistes en hablarme? Me invitas a escuchar tus palabras y explicaciones, me comparas con Aquiles y culpas a Zeus de mi muerte.
No has cambiado Odiseo.
Mucho antes del juicio en los que me arrebataste las armas de Aquiles, supe que el mundo no era justo.
Fui yo el que salvó los cuerpos de Patroclo y Aquiles de la humillación en Troya, pero es inútil quejarse de lo que los dioses deciden. Protegido por Atenea esquivaste la muerte una vez más, para sumirme en la humillación y la derrota.
Y quieres ahora hablarme. Vete Odiseo. Trata de enmendar la ruina de tu casa.
¿No ves en mi cuerpo la sangre de las reses? Debía ser tu sangre la que me bañara, tenía que vengarme. Pero Atenea odiaba mi valentía. Un hombre que no teme a los dioses no goza de sus favores. Ellos disfrutan la sumisión y el sacrificio.
Fui a Troya solamente por mi honor, y por mi honor he muerto. Déjame en el Hades Odiseo. Vuelvo al Erebo, no habrá justicia para mi, así como para tí no habrá descanso, ni certezas, ni amor.
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