“...l’ombre de ton chien...” repite Dina mientras la voz de Jacques Brel suena en un taxi que la lleva por Boulevard Chacabuco. Hacía años que no lo escuchaba. Recuerda la sensación de ridículo que le producía escuchar “Ne me quittes pas”. ¿Quién podía ofrecerse a ser la sombra de un perro? Existían personas capaces de sentir así? Mientras el vuelve a su casa, estrofas enteras toman por asalto su cabeza:
“...Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
A coups de pourquoi
Le coeur du bonheur...”
“Matar a golpes de por qué el corazón de la felicidad”. Detenidos en el semáforo de Plaza España siente que el corazón se le encoge de dolor. Quiere llorar. No puede. Le da vergüenza. Está el conductor.
“No me dejes” ¿Quién dejó a quién? ¿Su marido se fue? ¿Cuándo? La ruptura se había producido antes de la partida.¿Pero había realmente una ruptura? ¿Acaso sentía algo por Esteban? Pregunta incorrecta. ¿Sentía? ¿Tenía capacidad para sentir?
A la altura de Plaza Alberdi llega a una conclusión. Si algo le había gustado de su exmarido era saber cómo su presencia molestaba a su madre. Pero si esto era así, significaba que no había amado nunca. Solamente se amó a sí misma.
—Esto es terrible, —piensa. —¿Terrible o devastador? Se desdobla para mirar a la Dina que sufre y analizar el sufrimiento. Se desdobla una vez más en una tercera que mira desde la distancia y evalúa cuán enfermas están las primeras dos. Podría seguir multiplicándose en infinitas Dinas que se mirarán, como en un laberinto de espejos, pero el bocinazo de un Ford Falcon detrás de ella la obliga a volver a la unidad. El auto arranca. La luz verde del semáforo la salva de la desintegración y la impulsa hacia adelante.
Adelante está el futuro. ¿Qué es el futuro? Por ahora seguir por 24 de Septiembre hasta Avenida Patria y de ahí hasta la calle Padre Luis Monti. Unas pocas gotas de garrotillo caen sobre el parabrisas del auto, y llegando a la casa vuelve a pensar en Brel:
“...Moi je t'offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas
Je creuserais la terre
Jusqu'après ma mort
Pour couvrir ton corps
D'or et de lumière...”
“Te traeré perlas de lluvia de un lugar donde no llueve”. Es escandalosamente cursi pero así y todo, hay un sentimiento detrás de los versos que es inaccesible para ella. Nunca prometió un imposible, nunca amó hasta el punto de querer fugarse, ni prometió locuras, ni compuso una canción que abusa de las notas que corresponden a la mano derecha del piano, gritando que no la dejen. Apenas buscó una compañía vistosa, amable, fácil de manejar. Su fantasía más salvaje había sido viajar a Miami.
El taxista detiene el auto. Dina piensa que debería sentir dolor, pero no lo siente. Antes de volver a multiplicarse en una infinitas Dinas, paga y se baja del auto. Cómo empezó a llover, corre para llegar a la puerta de la casa.
“...Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
A coups de pourquoi
Le coeur du bonheur...”
“Matar a golpes de por qué el corazón de la felicidad”. Detenidos en el semáforo de Plaza España siente que el corazón se le encoge de dolor. Quiere llorar. No puede. Le da vergüenza. Está el conductor.
“No me dejes” ¿Quién dejó a quién? ¿Su marido se fue? ¿Cuándo? La ruptura se había producido antes de la partida.¿Pero había realmente una ruptura? ¿Acaso sentía algo por Esteban? Pregunta incorrecta. ¿Sentía? ¿Tenía capacidad para sentir?
A la altura de Plaza Alberdi llega a una conclusión. Si algo le había gustado de su exmarido era saber cómo su presencia molestaba a su madre. Pero si esto era así, significaba que no había amado nunca. Solamente se amó a sí misma.
—Esto es terrible, —piensa. —¿Terrible o devastador? Se desdobla para mirar a la Dina que sufre y analizar el sufrimiento. Se desdobla una vez más en una tercera que mira desde la distancia y evalúa cuán enfermas están las primeras dos. Podría seguir multiplicándose en infinitas Dinas que se mirarán, como en un laberinto de espejos, pero el bocinazo de un Ford Falcon detrás de ella la obliga a volver a la unidad. El auto arranca. La luz verde del semáforo la salva de la desintegración y la impulsa hacia adelante.
Adelante está el futuro. ¿Qué es el futuro? Por ahora seguir por 24 de Septiembre hasta Avenida Patria y de ahí hasta la calle Padre Luis Monti. Unas pocas gotas de garrotillo caen sobre el parabrisas del auto, y llegando a la casa vuelve a pensar en Brel:
“...Moi je t'offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas
Je creuserais la terre
Jusqu'après ma mort
Pour couvrir ton corps
D'or et de lumière...”
“Te traeré perlas de lluvia de un lugar donde no llueve”. Es escandalosamente cursi pero así y todo, hay un sentimiento detrás de los versos que es inaccesible para ella. Nunca prometió un imposible, nunca amó hasta el punto de querer fugarse, ni prometió locuras, ni compuso una canción que abusa de las notas que corresponden a la mano derecha del piano, gritando que no la dejen. Apenas buscó una compañía vistosa, amable, fácil de manejar. Su fantasía más salvaje había sido viajar a Miami.
El taxista detiene el auto. Dina piensa que debería sentir dolor, pero no lo siente. Antes de volver a multiplicarse en una infinitas Dinas, paga y se baja del auto. Cómo empezó a llover, corre para llegar a la puerta de la casa.
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