Nunca terminaremos de entender: demasiado de lo que deseamos resulta demoledor. No estamos hechos de la materia de los titanes para cargar sobre nuestros hombros los dones que anhelamos. No saldremos indemnes. De todos los atributos, la juventud, el talento, la belleza, el reconocimiento deben ser los mas solicitados. Helena los tuvo a todos. Fue joven y bella (esto es quizás poco mérito: la belleza es obra de la casualidad, un feliz efecto del azar genético. La juventud nos es dada a todos por igual). El ingenio de Helena fue que supo hacer de su hermosura una exhortación a seguir mirándola. Invitaba a buscar el talento debajo de la superficie. Cuando no pasaba de los veintidós o veintitrés años, a fines de la década del 80, ya había cubierto un buen centimetraje de prensa. Era graciosa, audaz, simpática. Podía ser encantadora, cruel o insidiosa al mismo tiempo. Jamás perdía la calidad de "it girl", como una nueva Clara Bow. Estaba donde las cosas pasaban, y su pres